LA VISIÓN
Lo primero que un directivo tendría que tener, antes de aceptar el cargo, es una visión. Una visión clara de lo que se necesita, de dónde hay que llegar, de qué se quiere conseguir. Dónde debo llevar una empresa, un país, una familia, cómo quiero que sea en el futuro.
Porque una vez que se tiene la visión y ésta se comparte, todo el mundo estará encantado de seguirla.
No hay nada más triste que una existencia mostrenca, sin objetivos, ni esperanzas, frente al exquisito placer de una actividad vital bien enfocada y compartida.
Por supuesto que los objetivos tendrán que estar concatenados y todos los jefes intermedios deberán tener visiones parciales, pero alineadas con el objetivo principal, pero incluso hasta el último trabajador o ciudadano, reconocerá y se dará cuenta, de que hay un impulso superior que está dirigiendo la nave y del que uno forma parte.
Esta visión se contrapone a otros conocidos, de personas que consiguen un puesto tan solo para vivir bien, mientras escalan a otro sitio donde vivir mejor, especializándose en cortesanos juegos de tronos.
Para estas personas hablar de lo público no es suficiente para crear una visión porque para ellos lo público no es lo que los ciudadanos quieren, necesitan o merecen sino un medio del que obtener beneficios y nutrirse de ellos; ellos tan sólo sostienen la visión de quienes mandan.
Y mientras tanto, las instituciones se van llenando de directivos que, lo único que pueden hacer es mantenerse, consolidarse y perpetuarse según el principio de autoridad.
Se quedan en la forma a falta de una auténtica visión que organice y articule todas las actividades necesarias para lograr los objetivos que realmente una institución pública debería tener.
Si. Yo dirijo. ¿Qué es una fábrica?